Época: Arte Español del Siglo XVIII
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
Arquitectura barroca en Galicia

(C) María Dolores Vila



Comentario

Los arquitectos nacidos en torno al cambio del siglo, educados en los planteamientos constructivos de Fernando de Casas y de Simón Rodríguez van a propiciar una síntesis de elementos tomados de ambos artistas en principio antagónicos pero que suponen la fusión del ornamentalismo naturalista de Casas o su sentido de las proporciones, con un gusto por la decoración de elementos geométricos y abstractos que paulatinamente perderán fuerza plástica hasta convertirse en un simple gravismo.
Discípulo de Fernando de Casas es Lucas Ferro Caaveiro, que fue el aparejador de la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes de Lugo, y a quien habrá que atribuir buena parte de su decoración. Concluida esta obra, Ferro Caaveiro permaneció en Lugo durante un decenio debido a la cantidad de encargos que recibió: el Ayuntamiento de la ciudad (1735), magnífica fachada palaciega de acusado ritmo horizontal, que con su bajo asoportalado adquiere un indudable aire de loggia ciudadana, telón de fondo escenográfico de la plaza que se abre a sus pies; en 1731 se le había encargado la pequeña capilla de San Roque, pero su mayor aportación al barroco lucense será su obra civil, la creación de una tipología de vivienda ciudadana de dos pisos con portada moldurada, balcón y remate heráldico, que pervivirá en Lugo hasta la tardía introducción del Neoclásico, precisamente de la mano de su hijo Miguel Ferro Caaveiro.

En todas estas obras, como ocurrirá después en las que haga en Santiago, Ferro Caaveiro toma elementos de Casas, pero también de Simón Rodríguez, como el tipo de torre campanario, la concentración de los volúmenes en las partes altas del edificio o la decoración de volutas y grapas, mucho más planas ciertamente que las del arquitecto de Santa Clara, rasgos que podemos observar en la capilla de la Angustia de Abajo (1754), en la que Ferro Caaveiro opta por una planta centralizada de cruz griega tan del gusto de Fernando de Casas, evocando sin duda la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, incluso en la menuda decoración floral; por el contrario, la fachada de esta capilla se relaciona directamente con modelos de Simón Rodríguez, como la fachada de San Francisco o el campanario de la iglesia de San Félix en Santiago.

La última obra en que interviene Lucas Ferro Caaveiro, que fue maestro de obras de la catedral de Santiago desde la muerte de Fernando de Casas, fue el comienzo de la fachada de la Azabachería de la catedral (1758), donde trabajará con Clemente Fernández Sarela; obra compleja desde sus inicios, la solución final vendrá impuesta por el dictamen de la Academia de San Fernando, que envió para terminarla a su discípulo Domingo Lois Monteagudo, nombrado a su vez maestro de obras de la catedral en 1765.

Más directamente relacionado con los planteamientos geométricos de Simón Rodríguez está Clemente Fernández Sarela, nacido en 1714 en el seno de una familia de artistas y formado también en el entorno de Fernando de Casas, con quien colaboró en la fachada del Obradoiro, como aparejador junto a Lucas Ferro Caaveiro. Pero en Sarela hubo de dejar también una profunda huella la contemplación de la obra de Simón Rodríguez, que ha llevado incluso a atribuirle algunos edificios, como la capilla de Conxo, hipótesis rechazada por Folgar de la Calle.

Supone pues Clemente Sarela la más completa y fecunda síntesis de los presupuestos de Casas y de Simón Rodríguez, si bien parece inclinarse más hacia los planteamientos geométricos de este último, entremezclados ya en sus últimos años con alguna decoración asimétrica de tipo rococó. Durante toda su vida permaneció vinculado a la catedral de Santiago como aparejador, lo que le llevó a participar en todas las obras acometidas por el Cabildo en esa época, si bien Sarela se dedicó fundamentalmente a la arquitectura civil, interviniendo de forma decisiva en la configuración urbana barroca de Santiago, tanto al levantar casas para el Cabildo como para satisfacer las necesidades suntuarias de la pequeña nobleza ciudadana que, en aquellos momentos, acometió el remozamiento o la construcción de sus viviendas en la ciudad.

Para el Cabildo compostelano trazó Sarela la casa del Deán (1747-52) y la casa del Cabildo (1754), ambas en las proximidades de la Plaza de las Platerías, a la que la casa del Cabildo sirve de escenográfico cierre, lo que explica su estrechez, como una sorprendente fachada-telón en la que el arquitecto insiste en la articulación mural por medio de cilindros y placas hasta rematar en la dinámica balaustrada y la peineta coronada por un cilindro que evoca el remate de Santa Clara. Esta misma relación con el lenguaje arquitectónico de Simón Rodríguez se observa en la casa del Deán, cuya planimetría responde al tipo de casa-palacio compostelana, luego repetida por Clemente Serela en otros edificios, como el palacio de Bendaña en el Cantón del Toral (hacia 1750), una de las más bellas edificaciones civiles compostelanas, cuya portada principal ofrece un plástico juego de molduraciones geométricas, a base de volutas y baquetones que sin duda evocan a Simón Rodríguez. Otro tanto ocurre con la fachada del pazo de Sistallo (Lugo), una de las escasísimas construcciones rurales de autor conocido, que fue trazado por Clemente Sarela hacia 1750. Obra de una extraordinaria suntuosidad y empaque tanto en el exterior como en el interior, destaca la magnífica escalera, enteramente de piedra y con los dos primeros tramos exentos arrancando de un mechón cuadrangular adornado con una gran voluta en una solución similar a las escaleras de la casa del Deán o del palacio de Bendaña. Desde 1758 Clemente Sarela trabaja en la fachada de la Azabachería hasta su muerte en 1765.

Al lado de las personalidades descollantes de Lucas Ferro Caaveiro o Clemente Sarela completan el panorama artístico del momento otros arquitectos y maestros de obras, de personalidad menos definida, aunque en líneas generales son deudores de un aprendizaje con los grandes arquitectos del barroco compostelano, siquiera sea de forma visual. Cabe citar entre ellos a fray Plácido Iglesias o a fray Manuel de los Mártires.

Fray Plácido Iglesias trabajó en la iglesia de Santa Eufemia de Orense y en el claustro del monasterio de Celanova, obras ambas en las que domina el tipo decorativo de enmarques avolutados, las placas semicirculares y los elementos naturalistas, todo ello tratado con un sentido mucho más refinado y lineal, carente de la fuerza plástica de sus prototipos.

Fray Manuel de los Mártires, monje dominico del convento de Santiago, debió de formarse en el círculo de Fernando de Casas, con quien es posible que haya trabajado en la iglesia del convento dominico de Belvís en Santiago. En 1749, a la muerte de Casas, le sucede como maestro de obras de San Martín Pinario, comenzando un período de gran actividad que le lleva a trabajar para diferentes conventos de los dominicos o personas relacionadas con la Orden: trabaja en Lugo para el obispo Izquierdo en la traída de aguas y fuentes de la ciudad, donde hay que atribuirle también la iglesia de dominicas de La Nova, y es probable que construya al menos parte de la iglesia del convento de Santo Domingo de La Coruña. Asimismo trazó la iglesia parroquial de Pontedeume (La Coruña), cuya fachada, con un gran orden dórico de columnas, recuerda directamente la fachada del monasterio de San Martín Pinario; también se relaciona con su modo de hacer la capilla del pazo de Oca (Pontevedra) y ; en fin, un gran número de intervenciones arquitectónicas de mayor o menor empeño y novedad, como las escalinatas de acceso a la iglesia de San Martín Pinario, de movida planta en una sucesión de tramos curvos que evoca modelos franceses en una fecha tan tardía como 1770, momento en que ya en Santiago se había implantado una estética neoclásica en edilicios como el palacio del arzobispo Rajoy o la Capilla de la Comunión de la catedral de Santiago.